En los últimos años, las criptomonedas y las finanzas descentralizadas (DeFi) se han convertido en un tema de gran interés en todo el mundo. Para los países en desarrollo, estas innovaciones representan tanto oportunidades notables como riesgos considerables. En 2025, la adopción de monedas digitales y soluciones DeFi ya no es una tendencia lejana, sino una realidad que moldea la inclusión financiera, las transacciones transfronterizas y los escenarios de inversión. Sin embargo, los beneficios deben sopesarse frente a las vulnerabilidades sistémicas, las amenazas de seguridad y la incertidumbre regulatoria.
Una de las ventajas más importantes de las criptomonedas en los países en desarrollo radica en el potencial de ampliar la inclusión financiera. Un gran porcentaje de la población en regiones como África Subsahariana y Asia del Sur aún carece de acceso a servicios bancarios tradicionales. Las criptomonedas, especialmente a través de dispositivos móviles, permiten a las personas almacenar, enviar y recibir valor sin depender de bancos. Esto reduce la dependencia de sistemas basados en efectivo y mejora la participación económica.
Las plataformas DeFi amplían esta inclusión al ofrecer préstamos, ahorros y seguros descentralizados. Para pequeños emprendedores y agricultores, el acceso a capital mediante mercados de préstamos basados en blockchain puede ser transformador, especialmente cuando los bancos tradicionales imponen requisitos estrictos. Estas herramientas descentralizadas generan oportunidades de movilidad económica y resiliencia en regiones propensas a la inestabilidad.
Las remesas también desempeñan un papel fundamental en muchos países en desarrollo. Los trabajadores migrantes que envían dinero a casa suelen enfrentarse a altas comisiones en los servicios tradicionales. Las transferencias basadas en blockchain, con menores costos y tiempos de liquidación más rápidos, ofrecen una alternativa viable. Esto incrementa el valor real de las remesas, que son un pilar vital de muchas economías nacionales.
A pesar de la promesa de inclusión financiera, los desafíos de accesibilidad siguen siendo significativos. La penetración de internet, la disponibilidad de teléfonos inteligentes y la alfabetización digital varían considerablemente entre los países. Sin suficiente educación e infraestructura, las ventajas de las finanzas descentralizadas podrían limitarse a poblaciones urbanas, dejando a las comunidades rurales excluidas.
Otro reto es la complejidad de los productos DeFi. Muchas plataformas descentralizadas requieren comprender conceptos como claves privadas, fondos de liquidez y staking. Sin educación adecuada, los usuarios pueden ser víctimas de estafas o cometer errores costosos. Gobiernos, ONG e instituciones privadas deben invertir en programas de concienciación para garantizar una participación segura.
Además, el acceso desigual a electricidad fiable y conectividad limita la adopción a gran escala. Hasta que se resuelvan estos problemas básicos, los beneficios plenos de DeFi seguirán distribuyéndose de forma desigual entre las regiones.
Más allá de la inclusión financiera, las criptomonedas y DeFi pueden fomentar la innovación y el crecimiento económico. La tecnología blockchain impulsa nuevos modelos de negocio, desde la verificación de identidad digital hasta mercados descentralizados. En países con baja confianza institucional, los sistemas transparentes basados en blockchain pueden proporcionar rendición de cuentas y reducir la corrupción en las transacciones financieras.
Algunos gobiernos en países en desarrollo ya están explorando monedas digitales de bancos centrales (CBDC) para modernizar la infraestructura de pagos. El eNaira de Nigeria o proyectos similares en el Caribe muestran cómo las monedas digitales pueden coexistir con las criptomonedas y las soluciones DeFi. Estas iniciativas demuestran que los activos digitales pueden complementar los sistemas financieros nacionales si se implementan con regulación sólida.
Además, los protocolos DeFi atraen inversión global. Emprendedores en economías en desarrollo pueden acceder a financiamiento descentralizado y a fondos internacionales, evitando las restricciones de las finanzas tradicionales. Este acceso al capital estimula el surgimiento de start-ups locales, promoviendo la creación de empleo y la transferencia tecnológica.
A pesar de estos beneficios, las criptomonedas siguen siendo altamente volátiles. Las fluctuaciones repentinas de precios pueden eliminar ahorros de la noche a la mañana, creando inestabilidad financiera para individuos y comunidades. En países en desarrollo, donde los choques económicos tienen efectos graves, depender de activos volátiles es especialmente riesgoso.
Las stablecoins, vinculadas a monedas tradicionales, buscan reducir este problema. Sin embargo, incluso ellas no están exentas de riesgos, como demostraron los colapsos de algunas stablecoins algorítmicas. Sin regulación clara ni respaldo de reservas creíbles, los usuarios siguen expuestos a riesgos sistémicos que pueden socavar la confianza.
Además, el comercio especulativo domina muchos mercados de criptomonedas. En lugar de planificar a largo plazo, gran parte de los participantes buscan ganancias rápidas. Esta cultura especulativa puede ser particularmente dañina en economías vulnerables, desviando capital de inversiones productivas.
La regulación es uno de los temas más urgentes en la intersección de criptomonedas, DeFi y países en desarrollo. Muchos gobiernos enfrentan el desafío de equilibrar la innovación con la protección de los consumidores. Restricciones excesivas pueden frenar el crecimiento, mientras que la falta de supervisión expone a los usuarios a fraudes y delitos financieros.
Las preocupaciones de seguridad también son críticas. Los países en desarrollo suelen carecer de infraestructura de ciberseguridad robusta, lo que hace que los usuarios sean vulnerables a ataques de phishing, estafas y hackeos. El anonimato de las transacciones en blockchain puede facilitar el lavado de dinero y los flujos financieros ilícitos si no se gestionan adecuadamente.
No obstante, está surgiendo cooperación global. Instituciones como el Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI) han introducido directrices contra el blanqueo de capitales en el sector cripto. Los países que adoptan estos marcos pueden reforzar la seguridad al mismo tiempo que apoyan la innovación.
De cara al futuro, el éxito de las criptomonedas y DeFi en los países en desarrollo dependerá de una adopción equilibrada. Gobiernos, empresas privadas y organizaciones internacionales deben colaborar para crear marcos sostenibles que promuevan la innovación financiera y protejan la estabilidad. Las asociaciones público-privadas pueden acelerar la educación, mejorar la infraestructura y diseñar productos financieros inclusivos.
El papel de las monedas digitales estables, ya sean estatales o privadas, será esencial para reducir la volatilidad y construir confianza. Paralelamente, los protocolos DeFi deben evolucionar para ser más accesibles, transparentes y fáciles de usar. Solo así los beneficios llegarán a toda la sociedad y no solo a poblaciones con conocimientos tecnológicos.
En definitiva, el reto consiste en garantizar que las finanzas descentralizadas sean una herramienta de empoderamiento y no de explotación. Con una planificación cuidadosa, regulación clara e inversión en alfabetización digital, los países en desarrollo pueden transformar estas tecnologías en motores de crecimiento sostenible.